miércoles, 21 de agosto de 2013

Libertad de expresión: discurso de antilogía


LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Puedo alzar los ojos y saborear la libertad porque miro una silueta áspera que huele a viejo -evoco el armario de la abuela sintiendo el tacto rugoso de la naftalina húmeda-. El trazo se ve rematado por hojas que anuncian el paso de los tiempos como cortados por una tijera infinita. Saboreo la libertad porque alzo los ojos y miro un árbol y sé que es un árbol y le llamo por su nombre, profundo como las raíces que proclaman sus dimensiones verticales.


Luego la mirada se pone en paralelo al suelo y me veo en un espejo de caras incontables que me dicen que el árbol es árbol porque mi abuelo, mi bisabuelo y el conductor del tren creen lo mismo. Porque el sabor de la libertad se vuelve reminiscencia de ajo en el gusto cuando se nota que la libertad de expresión es un cuento de tontos, locos y sus hijos los políticos. 

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