jueves, 13 de febrero de 2014

Tan simple

La cerveza sabe a soledad.

Miro a través de los barrotes de la ventana sin cristal: el mundo pasa, a un metro de mí todo continúa como si nada.

Esto que hago es insoportable pero no quiero evitarlo, quiero toda esta soledad de la cerveza en un bar vacío –al fin y al cabo son las diez de la mañana-, de tu camisa deslizándose sobre mis hombros. Cada trago es un jalón inevitable de los hombros de la camisa hacia arriba, cada trago soy yo gritándole al barman que tu existencia se me escapa de encima y no quiero. No quiero.

Ojalá fuera simple.

Simple como el galopar de un caballo, como un salmón nadando a contracorriente. Ojalá me hubieras roto el corazón. Hoy le diste a mi orgullo. Tú y Alondra –tan liviana como el ave con la que comparte nombre- me expulsaron la vida del cuerpo.

Ojalá fuera simple.

El camino a casa es disparejo a la una de la tarde contigo y con Alondra en cada cara, en cada esquina, en cada pensamiento. Entré a la pieza con un café en la mano –el de avellana siempre ha sido tu preferido, quizá porque la avellana también es una hija de puta que cada vez cuesta más cara-. Dejé tu habitación oliendo cómodamente a café cuando los vi aún dormidos, bajo las sábanas manchadas de sexo. Desde el otro lado de tu conciencia escuchaste un ruido y apenas te moviste. Hijo de puta, te vi acercar tus pies a los de ella y acariciarlos en círculos, como hacías conmigo.

Ojalá fuera simple y me rompieran el corazón y los labios de un beso. Ojalá me doliera la perra con el útero de fuera que vaga por la parada del tren o la señora abajo del puente que se le ha olvidado cómo hablar. Ojalá tuviera un carro para manejar hasta el pueblo de mi abuelo para sentarme bajo el abedul donde lo enterramos a llorar porque no me duele nada de eso. Ojalá tuviera el brío de pasar a cinco leguas de tu casa sin pensar en ti –al fin y al cabo nunca lo notas-. Ojalá me tropezara y me abriera la rodilla izquierda y entonces despertara y supiera que nada fue cierto, que van a pasar veinte o cincuenta años y vamos a tener una cabaña en las afueras para despertarnos tarde y tomar el té de la merienda tan tranquilos como nunca.

Ojalá fuera simple como aceptar que te encontré en la cama con una cualquiera, que odiaré por siempre a esa mujer a pesar de no haberla conocido. 

Ojalá fuera simple como nunca volver a contestar tus llamadas. Ojalá nunca hubiera entrado en la pieza con un café de avellana hija de puta en la mano para verte bajo las sábanas manchadas de sexo abrazando la silueta desnuda de mi hermana pequeña, con los ojos abiertos como platos, y una cadena desde la cabecera de la cama hasta su pequeño tobillo.


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El maestro nos pidió que escribiéramos "algo" que contuviera las palabras abedul, alondra, brío, caballo, cabaña, camino, camisa, carro, cerveza, legua, pieza y salmón. Estas palabras provienen de voces célticas adoptadas pro el latín.


domingo, 9 de febrero de 2014

Identidad y lenguaje: una reflexión por escalas


Por esto es pertinente marcar algunas diferencias fundamentales: el lenguaje es el factor determinante en la diferenciación del ser humano. Es decir, el lenguaje es tomado como una facultad humana –según el autor- de expresión. Es así que la facultad del lenguaje será un rasgo de identidad humana –a gran escala- como la lengua –a mediana escala- resulta ser una suerte de identidad para los conjuntos culturales.

Definitivamente el factor más importante para lograr dominar a un pueblo es a través de la religión –quién más apto para probar esto que los pueblos centro y sudamericanos-, pero el lenguaje tiene una relevancia bastante parecida a ella.

La lengua es un sistema particular de signos y relaciones lingüísticas a través del cual se materializa la facultad del lenguaje. El español y el inglés entran dentro de la categoría de lengua, el inglés y el español son determinantes de identidad de pueblos enteros, como es el caso de Latinoamérica –o, en palabras del autor, Hispanoamérica e, incluso, Iberoamérica-. A pesar de las diferencias obvias y no tan obvias entre las manifestaciones lingüísticas de los países hispanohablantes, el español es un factor que facilita el intercambio comunicativo entre ellos.

Así como se han explicado las gradientes de mayor y mediana escala que funcionan como refuerzo de identidad colectiva, toca el turno de hablar del dialecto, que ocupa la escala menor.

El dialecto comúnmente es considerado una vertiente imperfecta de un idioma cuando, ya lo decía Gonzalo Correas, se habla de variaciones propias de un territorio geográfico, una generación, un estrato sociocultural, un género sexual, cierto urbanismo o estilo, se habla, efectivamente, de dialectos.

Desde el dialecto específico de tal o cual grupo, pasando por la lengua que encierra toda una historia colonial, llegando hasta el divino hecho de poder tener un lenguaje articulado, la identidad se va formando, además de la religión, a través de un sistema de comunicación.