No
me da miedo decir que soy mujer a pesar de no identificarme ni con mi sexo ni
con ningún otro, a pesar de sofocarme con el molde de plástico frío que fue
diseñado por la historia para que al menos en eso todo el género sea
equitativo. No me da miedo decir que soy mujer y amo y desamo mi sexo, aunque
me tachen de feminista o misógina.
Soy mujer y me miro al espejo y sé que no
puedo ser sólo eso, que esa palabra se queda corta para mí y para cualquier
persona a la que no le cuelgue el sexo.
No
tengo miedo de aceptar que tengo un nombre a pesar de no encontrar en mis
rasgos las consonantes que lo forman, a pesar saber que mis piernas no caben en
un sustantivo de seis letras, a pesar de mi acta de nacimiento y mi lugar en la
lista de alumnos.
Tengo nombre y así me llama la gente y yo les hago caso
cuando me llaman así por costumbre a pesar de sentir que yo no soy a quien
llaman.
No
tengo miedo de aceptar que soy un ser humano a pesar de sentirme poco
encadenada a mi cuerpo y a mi formación celular, tengo un cuerpo y cierta
civilidad. Soy humana a pesar -de tener un lado animal más expuesto que
escondido, aúllo a la luna y nunca quiero abandonar el agua de mar.
No
tengo miedo de aceptar mi nacionalidad, a pesar de sus balaceras y su tercermundismo,
de su presidente y su decadencia. Nací aquí y esto es todo lo que tengo,
quisiera decir puto México pero suena cursi, nunca quiero irme de este país.
No
tengo miedo de aceptar mi nacionalidad aunque no me sienta parte de ella,
aunque sea lo único de lo que realmente me enorgullezco, aunque es lo único que
me preocupa perder algún día.
No
tengo miedo de aceptar que soy lo que soy a pesar de no sentirme parte de nada,
de ser una extraña en mi propio cuerpo, extranjera en mi propio país.
Soy lo que soy a pesar de todo, a pesar de no querer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario