martes, 23 de septiembre de 2014

LA HOMOSEXUALIDAD LEGITIMIZADA EN LA JAULA DE LAS LOCAS


Es cierto que cada núcleo familiar es una pequeña sociedad con sus propias costumbres y tradiciones, pero –al menos en la mayoría de familias que conozco- hay un ritual para la culminación de los domingos: cambiar de canal obsesivamente hasta encontrar una película o un programa para verlo a medias a causa de la pereza que acarrea el pensamiento del cercanísimo lunes. Y el tipo de contenido que se encuentra los domingos en la televisión, generalmente es producido por grandes cadenas de entretenimiento pertenecientes al gremio hollywoodense.

Un domingo como cualquiera –todos los domingos son casi igual de agónicos- puede uno encontrarse con La jaula de las locas. No la original –a menos que se tenga el paquete exclusivo de televisión por cable- sino el refrito noventero estelarizado por Robbie Williams, Nathan Lane, Gene Hackman, Dianne Wiest, Dan Futterman y Calista Flockhart.

En términos generales –por si no ha tenido la suerte dominguera de verla, aunque lo dudo- la película trata de la primera visita de los Keeley (el senador Kevin, su esposa Louise y su hija Bárbara) a la familia del prometido de Bárbara, los Goldman (Armand, dueño homosexual de un bar gay; Albert, pareja de Armand, drag queen[1] que trabaja en el bar; y Val, hijo de Armand y Katherine Archer). Como antecedente de la visita, se tiene que el senador Keeley forma parte de la política ultraconservadora y es acosado por la prensa al haber muerto su compañero de partido en la cama de una prostituta negra y menor de edad.

La visita se desarrolla con una normalidad accidentada pues, aunque Val le pide a su madre biológica que se presente en la cena, ella se retrasa y Albert se viste de mujer y actúa como su madre en presencia de los invitados mientras que el mayordomo guatemalteco homosexual intenta actuar con propiedad y Armand pretende ser un diplomático conservador. Todo se viene abajo cuando Katherine finalmente llega a la casa de los Goldman –situada encima del bar gay- y los Keeley descubren la verdad acerca de los Goldman. Posteriormente deciden irse pero, al ser acosados por la prensa, esto se vuelve casi imposible, por lo que todos se disfrazan como drag queens para abandonar la casa Goldman a través del escenario principal del bar al compás de “We are family”, canción interpretada por Sister Sledge.

Los personajes se construyen bajo el marco de la comedia, es decir, son estereotipos hiperbolizados y políticamente correctos de esferas sociales específicas en marcos axiológicos opuestos (Tovar, 2006). Albert y Armand son homosexuales -cuestión que el imaginario colectivo ubica como contraposición a todo lo tradicional-, exagerados, afeminados, teatrales. Louise y Kevin son católicos, él está inmerso en la política conservadora, sus ideas acerca de las nuevas tendencias –desde el planteamiento del Estado laico hasta la eliminación de los pobres (no de la pobreza)- son bastante cerradas, sus actitudes son muy recatadas y sobrias, puede asomarse una estela de positivismo. Esta contraposición funciona como planteamiento axiológico frente a los cambios que abren la sociedad a la aceptación de lo diferente, es decir, los Keeley son malos –aunque no en la acepción profunda de la palabra, como sucede en la obra de Sade- por obstaculizar el progreso social en tanto tolerancia a las manifestaciones anormales y las ideas liberales por intentar mantener valores rectos en la sociedad; mientras que los Goldman son buenos porque se les empuja a ocultar su verdadera y anormal forma de ser en pos del amor de su hijo.

El estereotipo del homosexual es expuesto por varias razones que se desprenden de la necesidad de legitimizar su existencia dentro de la sociedad. Esto puede verse, por ejemplo, cuando Albert ofrece un show drag en el bar gay de Armand. En esa escena, tanto como en el resto de la película, el homosexual es legitimizado como objeto de entretenimiento y morbo. Dentro del imaginario colectivo, el homosexual es un personaje teatral que a través de su intento por recrear a la mujer, también estereotipada, genera interés en el espectador por alejarse de la normalidad representada por los personajes heterosexuales, superiores en número dentro del cine.

La estereotipación del homosexual y la fórmula de éxito televisivo que impulsa su exposición, se convierte en una construcción social que no da cabida a la individualidad del sujeto, al mismo tiempo que deja en una zona gris al individuo que no cumple con el estereotipo. La reiterada aparición del homosexual estereotipo en las películas hollywoodenses puede parecer una aceptación social aunque, en realidad, tiende a convertirse en reforzamiento de estigmas que se tienen acerca de la homosexualidad, tales como el exhibicionismo, la promiscuidad o el estilo de vida vicioso (Gamson, 1998).

Como lo apunta Gamson, otro medio para legitimizar la homosexualidad es la victimización de los personajes, éstos son expuestos como gente buena que sufre por culpa de situaciones externas a ellos, basta pensar en Philadelphia, película protagonizada por Tom Hanks, Denzel Washington y Antonio Banderas, en la que el homosexual es dignificado a través de la exposición del sufrimiento provocado por un despido injustificado que, se intuye, es debido al conocimiento de su homosexualidad. En La jaula de las locas, esto puede verse cuando Armand y Albert son empujados a ocultar su homosexualidad frente a los Keeley, pasando por momentos incómodos e, incluso, discusiones entre ellos. Recordemos que, en la dicotomía axiológica, ellos son los buenos, es decir, el problema es provocado por una situación externa que los convierte en víctimas del tradicionalismo de su futura familia política. Este mecanismo provoca que se tenga compasión por los personajes y su situación, otorgándoles así cierta dignidad superficial.

He mencionado reiteradamente que la categoría de bondad es dada a los Goldman y esto, según Epstein, también conforma un método de legitimización, pues al exaltar las cualidades del homosexual se va conformando una simpatía por el estereotipo (Epstein, 2002). Nadie que haya visto la película puede negar que Albert es un personaje divertidísimo por hiperbolizar sus actitudes afeminadas al mismo tiempo que intenta cumplir el rol que supuestamente es contrario a su sexo biológico, tampoco se puede negar que Armand tiene buen corazón, por ejemplo, al aceptar el pedido de su hijo o apoyar el papel de Albert dentro de la familia como madre de Val. Las cualidades positivas de Albert y Armand son destacadas mientras que las de Louis y Kevin apenas son expuestas. La cultura cinematográfica hollywoodense parece no estar al tanto del principio del retrato en la pintura: debe haber luz y oscuridad, nadie es unidimensional. En La jaula de las locas reina la unidimensionalidad en los personajes, esta perspectiva permite que el homosexual obtenga la calidad de ser humano digno, que, sin reparar en sus acciones y convicciones, tienen los Keeley.

En conclusión, La jaula de las locas es una comedia que cumple con todos los requisitos hollywoodenses, en tanto exposición cómica de personajes estereotipados en una situación que se resuelve favorablemente para todos, y teóricos, dentro del marco teatral en tanto que existe una exposición de vicios del carácter que devienen en un castigo ridículo que conduce a un cambio positivo.

A su vez, expone los métodos de legitimación del homosexual a través del intento de acercar una conducta desviada[2] a los campos de la normalidad aparente. La legitimación propuesta por esta película es superficial, pues, aunque plantea la apariencia como una realidad a medias, refuerza el estereotipo del homosexual al mismo tiempo que lo presenta como un objeto de entretenimiento (o distracción) conveniente. Esta comedia trata de dignificar al homosexual a través de una victimización producida por factores externos que nada tienen que ver con su unidimensionalidad positiva.

La reiterada aparición del estereotipo del homosexual aminora el shock provocado por la homosexualidad en la población en general –esto no significa necesariamente respeto, tolerancia o apertura- pero profundiza los estigmas que habitan en el imaginario colectivo.

El papel del homosexual en esta comedia hollywoodense, pretende acercarse a la normativa de la normalidad, aunque esta noción dependa en gran parte de lo que cada individuo entienda, y retoma una fórmula que, más que ir en pos de la aceptación del homosexual, es una fórmula para el éxito que seguirá vigente mientras el homosexual sea considerado un objeto de entretenimiento pues, como ya dijo Quentin Crisp: “Tolerance is the result not of enlightenment, but boredom[3]”.

Bibliografía

Epstein, S. (2002). A Queer Encounter: Sociology and the Study of Sexuality. En A. S. Christine L. Williams, Sexuality and Gender (págs. 44-53). Malden, Massachusetts: Blackwell.
Gamson, J. (1 de Noviembre de 1998). Publicity traps: Television and Lesbian, Gay, Bisexual, and Transgender Visibility. Obtenido de Sexualities: University of San Francisco: https://www.usfca.edu/uploadedFiles/Destinations/College_of_Arts_and_Sciences/Undergraduate_Programs/Sociology/docs/PublicityTraps_Gamson.pdf
Tovar, J. (2006). Los siete géneros. En Doble vista (págs. 57-68). México: El Milagro/CNCA.






[1] Hombres que se visten y arreglan para parecer mujeres y llevar a cabo un acto artístico.
[2] En tanto alejada del referente de normalidad o acorde a la naturaleza biológica.
[3] “La tolerancia no es el resultado de la iluminación, sino del aburrimiento”